sábado, 7 de mayo de 2011

EL IMPERIO BRITÁNICO


Fue el mas importante de los imperios coloniales extendiéndose por los cinco continentes. Gran Bretaña poseía un imperio de 33 millones de kilómetros cuadrados donde habitaba la cuarta parte de la población mundial (450 millones). Fue sin duda, la nación europea que tuvo una práctica imperialista más desarrollada y de más largo alcance, una organización colonial más acabada y una mayor emigración hacia las colonias (unos 200.000 ó 300.000 ingleses cada año a finales del XIX). Desde 1854 disponía de un organismo gubernamental especializado, el Colonial Office, dependiente del ministerio de la Guerra.

Fue también el país que se adelantó al resto de las potencias en la conquista de nuevas tierras, pues en 1850, cuando el fenómeno colonial apenas se había iniciado, disponía ya de numerosos enclaves e importantes colonias. (Canadá, Australia, África del Sur, la India). A partir de la década de los 70 se lanzó a la conquista de nuevas colonias, impulsada por los políticos imperialistas, ávidos de encontrar mercados y materias primas para la industria y lugares donde situar el excedente de población que sufría Gran Bretaña.

La organización de tan vasto imperio no respondió a una fórmula única si no que se adaptó una solución diferente en cada caso. Comprendía protectorados y colonias. Los dominios eran colonias de poblamiento blanco, es decir, donde los emigrantes se instalaban de forma definitiva. Gozaban de una amplia autonomía con una estructura política semejante a la metropolitana, aunque el Parlamento inglés, en el que las colonias no esaban representadas , tuviera la potestad de legislar sobre el imperio y las colonias carecieran de independencia en asuntos exteriores; ningún acto de política internacional podía realizarse sin la aprobación del Gobierno de Su Majestad. 
Los dominios surgieron progresivamente; en 1867 Canadá, Australia en 1900, Nueva Zelanda en 1907 y la Unión Sudafricana en 1910. La abudante población europea que acudía a los dominios creó una sociedad blanco que arrinconó a la indígena, que se mantuvo discriminada y apartada de los beneficios del autogobierno.


Los descubrimientos mineros de oro y diamante en 1884 atrajeron definitivamente a los ingleses a los territorios bóers. El choque se hizo inevitable y, en 1899, Cuando Paul Kruger, Presidente de la República de Transvaal, exigió a los británicos el cese de envío de tropas, estalló el conglicto. La Guerra de los bóers duró tres años (1899-1902). Con la Paz de Pretoria los estados bóers fueron integrados en el dominio británico que, en 1910, se convertiría en la Unión Sudafricana, aunque se les permitió mantener su lengua y recibieron la promesa de gozar de cierta autonomía.

El papel económico del impero fue la base del poderío británico. La exportación de capitales en las colonias alcanzaba la mitad de las inversiones británicas en el exterior; se contruyeron puertos, carreteros y vías ferroviarias, se fundaron grandes obras de irrigación en la India o Egipto y se crearon enormes plantaciones. El imperio suministraba, al mismo tiempo, las materias primas necesarias para la industria y el consumo británico: algodón de la India y de Egipto, carbón de Australia, Sudáfrica y la India –el más barato del mundo-, té de Celán, hevea (planta de la que se obtiene el látex) de Malasia, yute de la India, oro, diamantes, cobre, estaño, carne , trigo, lana…

En las relaciones comerciales los territorios del imperio recibieron un trato diferente: la metrópoli fijaba los precios para las colonias de explotación, pero los dominios gozaban de una autonomía aduanera muy amplia.

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